Mi dibujo de Juan Rulfo
Fotografía: un dibujo que hice en una servilleta del autorretrato de Rulfo en el Nevado de Toluca.
Las personas que leemos a Juan Rulfo, forjamos nuestra idea de este escritor mexicano. Veo este asunto como si hiciéramos el dibujo particular de un artista que se siente como alguien libre (e irreductible). Un escritor magistral que trabajó su obra y diálogo consigo mismo y con la visión de un país que encapsuló libremente entre sus páginas (como si fuera un sueño).
Porque tengo la idea de que Rulfo era una especie de samurai creativo, por el nivel de compromiso respecto al riesgo que empuñó en su exploración artística. Ahora evoco una anécdota que contó el maestro René Avilés Fabila en un taller de cuento, quien refirió generalidades sobre Juan José Arreola y Juan Rulfo.
Avilés Fabila habló de una comida con Arreola y Rulfo. Desde el inicio hizo énfasis en el contraste entre ambos maestros: Arreola era neurosis andante, no le gustaba que le interrumpieran a la hora de comer; Rulfo, por otro lado, parecía armado de amabilidad al momento de compartir los alimentos, en esas comidas, solían acudir escritores jóvenes con un legajo de hojas para recibir algún comentario, crítica o nota.
Por eso, los escritores en ciernes, solían acercarse más a Rulfo que a Arreola durante esos momentos de comida. Y aquí termina ese recuerdo. Mi dibujo de Juan Rulfo es el de un tránsfuga de lo cotidiano que mira al horizonte.
Alguien que dio vida a un laboratorio alucinante y surrealista, en donde un coro sorprendente lleva a sus lectores por un recorrido inolvidable. No solo sucede así con su escritura, también en su obra fotográfica, con esos paisajes que parecen respirar el infinito.
Al leer a Rulfo no hay vuelta atrás –y se le puede leer de tantas formas como lectores hay en el mundo–. Justo como sucede con las obras inmortales de la humanidad: son espejos en donde el reflejo llega más allá de lo insospechado, sin importar si estamos en el siglo 20, el siglo 21, o cualquier otra época. Mientras haya medios para seguir la lectura de Rulfo, siempre estará garantizado espacio para el asombro, un poco más allá de la imaginación.
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